El sol se ha ido
ocultando. Como si la noche fuese
a salir del suelo y quisiera dejarlo todo en su sitio y tranquilizarlo
todo bajo los ojos de un cielo necesitado también de firmeza.
Este joven tal vez buscaba algo que no encuentra del todo. Pero
esto puede ser una inexacta apreciación mía. Le miro por
largo tiempo. Es posible que tal vez ronde los veinte años.
Mientras el tren va subiendo de tono en el enfrentamiento entre el orden y los recuerdos que tan celosamente guarda.
Bien sé que este tren no suena como una sola frase,
sino como muchas al mismo tiempo. Y que todo el
aliento constructivo que lleva
dentro no puede tener un
final destructivo. Si tuviera su misma
edad, acaso me fuera más fácil explicarle a
este joven todos los cambios de mi
experiencia en este tren. Pero yo ya no tengo el mundo por
delante como él.
Se dice que sólo se aprende a percibir cuando se acepta el mundo desde los
ojos del otro. Pero esta afirmación puede ser un tanto exagerada, pues cuando
le observo estoy temiendo que se sienta desorientado y perdido, apenas sin
saber dónde ir, dónde meterse. Y no debiera ser así. Tal vez viaje bien
agarrado a recuerdos y razones.
Pude hacer algo por hablarle a la ida o pude haber mirado hacia otra
parte. Pero tampoco estaba seguro de que algo torturase su cabeza. Y la verdad es
que en el tren, donde es tan fácil pensar como sentir, a veces olvido que
el espíritu también necesita madurez. Por otra parte, mi cabeza hoy piensa con ruedas de tren con sueño. Y termino pensando que mejor es que respete
de una vez por todas las sombras tristes de su silencio.
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