FINAL

 

Y, cuando  ya por   fin  con gran alivio  intenté   levantarme   del  asiento,   inmediatamente reparé muy sorprendido cómo el joven se me acercaba .No es que sea especialmente llamativa una respuesta inesperada como ésta en un joven. Pero me paré un momento un tanto extrañado. No me lo esperaba.

Y observé también que entre las cintas, que durante el viaje había escuchado y que ahora recogía, tenía óperas que Gianna d´Angelo había cantado: Los cuentos de Hoffmann, Rigoletto, Lakmé, Ariadne auf Naxos, La flauta mágica, Sonnambula, Traviata, Hamlet, Il guarany, Don Pasquale, Lucia di Lammermoor, Il Re pastore, L´elisir d´amore, Romeo y Julieta, Cenerentola, Pescadores de perlas, Boheme...

Y comprendí que el joven también había hecho el viaje en mi mismo sueño. No supe quién de golpe vino a encender todas las luces. No tuve tiempo ni para despedirme de él. Y, en un instante, el joven desapareció. Pero su presencia. como la del tren, fue un pedazo de cielo sobre mi tierra.

No intenté justificar ya nada. ni necesité probar nada, pues poco valioso sería lo que necesitaba ser probado. Me bastó con ser agradecido con este tren que con tanta facilidad había unido el amor del saber con el saber del amor. Debería recordarlo siempre : las palabras que no provienen del amor y no conducen al amor, desconocen la naturaleza y el sentido de este tren. Una de sus funciones fue abrirme los ojos para ver o poder mirar al mundo de otra manera. Y así el tú de este tren y el tú de tantos seres maravillosos  me vinieron dados juntamente.

Y terminé aquí ,pues ese día el joven tan sólo tuvo tiempo para entregarme las páginas que ustedes acaban de leer.

 

 

Qué acertado estuvo quien afirmó: "Yo no escribo libros: los vivo" 

 FIN de " El pequeño tren y la gran Gianna D´Angelo"